Llámame Sam Y No Samira
‘Babelia’ avanza el primer capítulo de ‘El lunes nos querrán’, la novela de Najat El Hachmi que se alzó con el Premio Nadal de 2021. El libro narra la lucha por libertad de dos mujeres jóvenes, hijas de la inmigración marroquí en los márgenes de la periferia de Barcelona
Este 10 de febrero llega a las librerías ‘El lunes nos querrán’, de Najat El Hachmi, ganadora del Premio Nadal de Novela 2021, editada por Destino. El libro narra la lucha por libertad de dos mujeres jóvenes, hijas de la inmigración marroquí en los márgenes de la periferia de Barcelona. Estas son sus primeras páginas.…
Íbamos en manga corta el día que nos conocimos. Aún no estaba mal visto que las chicas jóvenes enseñáramos los brazos en ese barrio en la periferia de la periferia de Barcelona, pero que podría ser la periferia de la periferia de cualquier otra ciudad. Ya no hay rayos de sol que rocen la piel de las chicas, el fino vello de los brazos ya no se aclara en verano ni salpica el agua sus espaldas desnudas. Y no es porque se haya instalado sobre nuestras cabezas un nubarrón permanente, sino porque el oscurantismo ha penetrado en las mentes de los vecinos sin encontrar resistencia. Muchas de las jóvenes tapadas que ahora verías en nuestro barrio (son mucho más numerosas que cuando tu familia se mudó allí) dicen que renuncian al sol y a la brisa, al agua del mar y las piscinas, al amor y al sexo libres por convencimiento y voluntad propia. Discuto a veces con ellas cuando visito a mi madre —ella sigue viviendo allí—, pero lo hago como si mi yo de ahora hablara con mi yo de entonces, de unos diecisiete años. Nosotras también lo hicimos, ya lo sabes, renunciamos expresamente a ciertas cosas, y también creímos hacerlo voluntariamente.
El caso es que cuando nos conocimos íbamos en manga corta. Tú no lo sabías entonces, pero yo en esa época salía al mundo exterior con el cuerpo encogido sobre sí mismo, como ocultándome de las miradas de toda la gente con la que me iba encontrando. Daba igual quiénes fueran, yo siempre me encogía. Ese cuerpo era mío, pero me estorbaba hasta resultarme asfixiante porque no sabía muy bien cómo desprenderme de él. Al mirarte por primera vez vi un rostro deslumbrante, tu sonrisa se me contagió sin que yo pudiera oponer resistencia alguna, pero al fijar mis ojos en los tuyos no tardé en darme cuenta de que en lo más hondo, bajo el destello de simpatía, había una sombra que no podía interpretar. Mi cuerpo encogido y la sombra en tu mirada eran fruto de una misma herida, pero por aquel entonces ni tú ni yo lo sabíamos…Seguir leyendo