Dinamarca y Estados Unidos: cuando el aliado atlántico entra en el perímetro de la inquietud estratégica
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BOUBEKRI MOHAMMED YASSER
Por primera vez desde la consolidación del vínculo transatlántico, Dinamarca ha incluido a Estados Unidos en su evaluación oficial de riesgos para la seguridad nacional. Un gesto que, aunque cuidadosamente formulado, encierra una carga política y estratégica significativa, y que refleja un cambio silencioso pero profundo en la manera en que algunas capitales europeas comienzan a mirar a su principal aliado histórico.
La referencia aparece en el Informe Anual de Riesgos 2025 del Servicio de Inteligencia de Defensa de Dinamarca (DDIS), donde Washington es mencionado como un actor que puede generar riesgos potenciales, no en términos de confrontación militar directa, sino por su capacidad de ejercer presión mediante instrumentos económicos, tecnológicos y políticos, incluso sobre países aliados.
Durante décadas, Estados Unidos ha sido el garante último de la seguridad europea, y Dinamarca uno de los socios más leales dentro de la OTAN. Precisamente por ello, que un informe oficial danés introduzca a Washington en el análisis de riesgos supone romper un tabú largamente asumido: la idea de que un aliado estratégico no puede, bajo ningún concepto, convertirse en un factor de preocupación.
El documento no equipara a Estados Unidos con Rusia o China, ni lo define como una amenaza directa. Sin embargo, sí cuestiona una premisa que hasta ahora se daba por sentada: que la asimetría de poder dentro del bloque atlántico solo opera como una garantía y nunca como un posible instrumento de presión.
El trasfondo de esta inquietud se encuentra, en buena medida, en Groenlandia, territorio autónomo bajo soberanía danesa y convertido en pieza clave del tablero geopolítico global. Su ubicación estratégica en el Ártico y su potencial en recursos naturales han intensificado el interés estadounidense, en un contexto de creciente competencia entre grandes potencias en la región polar.
Desde la perspectiva de Copenhague, algunas señales procedentes de Washington en los últimos años han generado incomodidad institucional. No se trata de una sospecha de agresión, sino del temor a que el peso estratégico de Estados Unidos se traduzca en decisiones unilaterales o presiones indirectas que pongan a prueba la soberanía danesa y los equilibrios internos del reino.
Conviene subrayar que el informe danés no plantea una ruptura ni un repliegue del marco atlántico. Al contrario, reafirma que Estados Unidos sigue siendo el principal aliado de Dinamarca dentro de la OTAN. Pero esa reafirmación convive ahora con una advertencia clara: la relación ya no se basa únicamente en la confianza automática, sino en una lectura más realista y preventiva del entorno internacional.
Este enfoque refleja una preocupación compartida por otros países europeos de menor peso estratégico, conscientes de que las dinámicas entre grandes potencias pueden arrastrarlos a escenarios que no siempre responden a sus intereses nacionales.
Lo expresado por Dinamarca no es una anomalía, sino parte de un debate más amplio sobre la autonomía estratégica europea. La guerra en Ucrania, la rivalidad en Asia y la creciente imprevisibilidad de la política internacional han obligado a la Unión Europea a replantearse su dependencia estructural de actores externos, incluso de aquellos considerados aliados naturales.
En este contexto, el informe danés actúa como una señal temprana: las alianzas siguen siendo esenciales, pero ya no se perciben como suficientes por sí solas para garantizar la seguridad a largo plazo.
La inclusión de Estados Unidos en la evaluación de riesgos de Dinamarca no marca el fin de la alianza transatlántica, pero sí señala el final de una etapa de certezas incuestionadas. En un mundo cada vez más multipolar, incluso los socios más cercanos pueden convertirse en fuentes de inquietud estratégica sin dejar de ser aliados.
La seguridad del siglo XXI ya no se construye sobre lealtades inamovibles, sino sobre intereses, equilibrios y una vigilancia constante, también y quizás sobre todo dentro de las alianzas históricas.