27 de noviembre de 2025

HorraPress

El centro Europeo de la prensa libre

Aznar agita el miedo contra los musulmanes sin datos ni responsabilidad

Screenshot

BOUBEKRI MOHAMMED YASSER

Las recientes declaraciones de José María Aznar, afirmando que “la inmigración musulmana es un problema serio” mientras que la hispanoamericana “viene a trabajar y no plantea problemas de integración”, han reabierto un debate que España creía haber superado: el uso político de la inmigración para construir categorías de “buenos” y “malos” migrantes.

Aznar no solo distingue entre orígenes, sino que atribuye intenciones colectivas a millones de personas, reduciendo la inmigración musulmana a un supuesto bloque homogéneo que —según él— “no quiere integrarse” y que incluso pretende que “la sociedad se adapte a ellos”. Estas afirmaciones, lejos de aportar una reflexión seria, alimentan estereotipos que nada tienen que ver con la realidad plural de España.

España es hoy un país construido, en buena medida, gracias a la aportación de comunidades migrantes muy diversas: latinoamericanas, europeas del Este, africanas, magrebíes, asiáticas… Todas han participado en levantar sectores enteros de la economía, desde el campo hasta el transporte, la hostelería o los cuidados.

Reducir a la población musulmana —que incluye marroquíes, senegaleses, bangladesíes, sirios y muchos otros— a una caricatura de “problema” es tan irresponsable como falso. Los datos muestran que:
• La población de origen musulmán trabaja mayoritariamente en sectores esenciales.
• Su tasa de delincuencia no es superior a la media, pese a los discursos alarmistas.
• Sus hijos son parte ya de la nueva juventud española, hablan las lenguas del país y estudian en sus escuelas.

Este es el país real. El otro, el de la amenaza cultural, es un país imaginario construido desde los micrófonos.

La comparación que hace Aznar entre “buena” inmigración hispanoamericana y “mala” inmigración musulmana no es inocente. Responde a un patrón: usar la afinidad cultural como criterio de aceptación, aunque las personas tengan los mismos derechos, obligaciones y contribuciones.

Esta clasificación no solo es injusta, sino políticamente tóxica. Divide a los trabajadores migrantes entre “aceptables” e “inaceptables”, alimenta el rechazo y legitima discursos que otros partidos ya han llevado a extremos muy peligrosos.

La integración no depende del origen ni de la religión: depende de políticas públicas adecuadas, oportunidades reales, educación y convivencia cotidiana.

La inmigración es un fenómeno estructural. España envejece, pierde población activa y necesita trabajadores para sostener su economía. Nada de esto se soluciona señalando con el dedo a comunidades enteras.

Lo que sí se necesita es:
• Políticas de integración sólidas y bien financiadas
• Reconocimiento de la diversidad como un valor
• Lucha contra el racismo institucional
• Formación, empleo digno y estabilidad jurídica para quienes llegan

Cualquier debate serio debe partir de hechos, no de prejuicios.

Las palabras de un expresidente pesan, incluso si ya no gobierna. Por eso sorprende que Aznar vuelva a un discurso que recuerda a épocas de crispación. España ha avanzado mucho en convivencia, y declaraciones como estas no solo son injustas con millones de personas, sino que fomentan miedo y exclusión.

Criticar la inmigración musulmana como “un problema serio” no aporta soluciones: solo señala y divide. En una sociedad democrática y plural, los líderes deberían tender puentes, no levantar muros invisibles entre vecinos que, en la vida real, comparten barrios, escuelas, trabajos y proyectos de futuro.