19 de abril de 2024

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MOHAMED CHOUKRI, EL BUKOWSKI RIFEÑO, DE ANALFABETO A ESCRITOR DE CULTO.

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Cuarenta años después de la publicación de su gran ópera prima “El pan a secas”, el urbanista tangerino Mustafa Akalay repasa para Urban Beat la trayectoria literaria de un icono beatnik. Escritor maldito y activista desclasificador del “orientalismo colonialista” tantas veces celebrado por la magia del cine y la imaginería occidental, Mohamed Choukri.

Por Mustafa Akalay Nasser, profesor-investigador en la Universidad Privada de Fez.

La primera vez que conocí a Choukri, fue en la década de los setenta,  cuando ejercía  de bibliotecario en el instituto de secundaria “IBN BATOUTA” de Tánger y nos aconsejaba la lectura de los clásicos cuando íbamos a prestar los libros. Pero fue en París, en mi época de estudiante de urbanismo, y en los años ochenta, donde nos hicimos grandes amigos, con ocasión de su memorable paso por el programa televisivo francés: “Apostrophes” dedicado a los libros y dirigido entonces por el afamado periodista cultural  Bernard Pívot, y a raíz de la traducción al francés por Tahar Benjelloun de su historia novelada “El pan a secas” y no el pan desnudo.    

Dicha obra autobiográfica Al-jubz al-hafi, editada en árabe por el propio autor, no aparecería en francés hasta 1980; primero se había publicado en inglés por el que fue su descubridor, el conocido escritor americano: Paul Bowles con el título For Bread Alone, en 1973 y editado por Peter Owen. La versión española se editó en el mismo año 80 que la francesa, y fue prologada por nuestro amigo común Juan Goytisolo.

A los principios de los años noventa tuve la gran satisfacción de traducir al castellano un capítulo del segundo tomo de su obra “Vivir en el tiempo de los errores”, y acompañarlo en sus conferencias impartidas en Granada, Motril, y Almería, tanto como ponente o declamador de su prosa. También colaboré con Choukri en las revisiones y pruebas de sus textos. Corría el mítico año de 1992, el año de los fastos de Barcelona y Sevilla. 

Mohamed Choukri, rifeño de nacimiento y tangerino por residencia, fue considerado como uno de los sólidos valores de la narrativa magrebí como lo demuestra su extensa y prolífica producción literaria que tuvo sus comienzos a mediados de los años sesenta. Abarca tanto novelas, como relatos breves y teatro, publicó diversos ensayos en revistas árabes de crítica literaria, así como traducciones al árabe de poetas españoles, tales como los hermanos Machado, Miguel Hernández, Federico García Lorca, etc. También escribió acerca de sus vivencias con “los malditos”Jean Genet y Tennessee Williams.

Aunque su obra más célebre y traducida a más de 30 idiomas fue Al-jubz al hafi” (el pan a secas), fue rechazada por los editores árabes aduciendo estos la inmoralidad pornográfica que en ella se reflejaba. La publicación de esta obra, supuso una conmoción en el panorama literario árabe, esta autobiografía novelada como le gustaba designarla, es un relato duro, cruel, sin concesiones de la lucha diaria de un niño por sobrevivir en una zona castigada por largos años de sequía y hambruna: El Rif y una ciudad internacional Tánger, donde se codeaban millonarios, aventureros, mafiosos, espías, artistas, bohemios, desalmados y escritores de “la Beat Generation”. 

En junio de 1996, publicó un texto demoledor de memorias en árabe sobre Paul Bowles y su destierro en Tánger, en el que Choukri haciéndose pasar por Edward Said, desarrolla una crítica radical contra el orientalismo como discurso construido por el dandy Bowles. Discurso a su vez que ha fracasado como instrumento de poder que sostiene la empresa del colonialismo y el paternalismo. La imagen de oriente, en este caso Tánger, está compuesta por fragmentos intertextuales, superpuestos como un filtro, es una figura construida, no un yo verdadero. Detrás del exotismo cuántas veces no hay otra cosa que racismo más algo de lírica. Debajo de esa palabra, un mundo sometido, un zoológico a reconstruir, a definir. Otras disciplinas colaborarán a ello, serán inventadas prácticamente en el mismo marco y juego, piénsese en una antropología definiendo al primitivo, al salvaje o al bárbaro unida a la historia. El orientalismo no es más que el estilo y discurso occidental para dominar a oriente según Edward Said.

El territorio literario de Choukri es un mundo de adversidades, presenta quiebras, altibajos, rupturas, crudeza no exenta de ternura, marginación y violencia. Choukri recurría a la transgresión para recuperar la inocencia perdida y a través de la impureza y violencia del texto contaminaba fecundamente la lengua árabe con palabras en bereber, en castellano y en árabe dialectal, infringiendo las leyes sagradas de la gramática. 

En su obra El pan a secas, nos habla de una desgarradora vivencia personal, de un mundo familiar hecho de violencia y miseria (malos tratos, hambre, etc.) en el que sobrevivir fue la principal tarea cotidiana: “yo le insultaba en mi imaginación. Si no hubiera sido por la imaginación, habría reventado.” Refiriéndose al padre maltratador.

En esta autobiografía, Choukri intenta recuperar y reconstruir el pasado logrando transformar su experiencia vivida mental y oralmente en escritura. Analfabeto hasta la edad de 21 años. En su novela Rostros, Amores y Maldiciones, el autor Choukri se introduce en el interior de la miseria de esas gentes que viven en Tánger. Su prosa desgarrada, aguda, precisa, alcanza sus mejores momentos para relatar el perfil interno y externo de quince personajes que se encuentran y se pierden en la geografía nocturna y áspera de una ciudad literaria que ya no es ni mucho menos lo que fue Tánger. Jugadores extranjeros, extraviados, alcohol, drogas, delincuentes, prostitutas, pícaros, guías clandestinos, pensadores irreverentes etc., seres en la frontera de la marginalidad deambulan por las páginas de Choukri intentando reconocer un oscuro túnel del sentido de la supervivencia.

Nuestras sociedades de origen con cultura oral dominante. Prefieren el verbo que la letra escrita. Fabular que escribir y son poco dadas al destape autobiográfico, y a la transgresión, quien se meta con los cimientos del ethos y las creencias sufre los ataques despiadados de fuerzas poderosas que pululan en las redes sociales y se arriesga a ser objeto de una sentencia por algún jurisconsulto de la religión. Su relato de vida, el pan desnudo, censurado, vilipendiado y prohibido por las editoriales árabes, le torturó todo el resto de vida y le castigó con el estigma de ser un autor repudiado, excomulgado y tachado de antipatriota y antinacionalista, la estigmatización social era tal que sumió al Bukouvski rifeño en un alcoholismo diario como analgésico frente a sus angustias y congojas.

Más allá del personaje que algunos quisieron explotar obviando su escritura, la verdadera genialidad de Choukri brilló siempre en los antros o bares, en compañía de sus fieles lectores y admiradores, que nunca le permitieron un resbalón. Extraño espíritu indómito, coherente con sí mismo y transgresor hasta la muerte. Con él: “Tánger se ha vuelto a morir.”