Un Gobierno de aficionados
Hace no tanto, al Gobierno de España iban los mejores. Gente que abandonaba temporalmente carreras superlativas para servir al Estado. Enrique Fuentes Quintana, ahí es nada, Manuel Gutiérrez Mellado, Rodolfo Martín Villa, Abril Martorell, Alfonso Osorio, José Lladó, Pío Cabanillas Gallas, Íñigo Cavero, Jaime Lamo de Espinosa, Pérez Llorca, Paco Ordóñez, mi amigo Rafa Arias-Salgado y Joaquín Garrigues son algunos de los integrantes de los consejos de ministros de Suárez y Calvo-Sotelo. Felipe González tampoco se quedó corto: desde un número 1 en todo llamado Miguel Boyer hasta el listísimo Carlos Solchaga, pasando por Fernando Morán, nuevamente Paco Ordóñez, Javier Solana, Félix Pons, Javier Moscoso, el inigualable Jorge Semprún o mi querido y añorado Enrique Múgica. Lo de Aznar fue otro dream team en el que convivieron tipos como Álvarez-Cascos, Abel Matutes, Josep Piqué, Eduardo Serra, Jaime Mayor, Esperanza Aguirre, Loyola de Palacio o ese coco fuera de serie que era y es Isabel Tocino. Lo de Zapatero fue la primera evidencia de que las cosas empezaban a torcerse en el terreno de la excelencia. Que Leyre Pajín, Bibiana Aído o José Blanco hayan ocupado una cartera es para mear y no echar gota porque se supone que a la más alta magistratura de la nación han de ir siempre los mejores de los mejores. Con todo, eran el equipo liderado por Michael Jordan que ganó el oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona al lado de la banda de enanos intelectuales de ahora. Porque figuraban igualmente ADNs fuera de serie como Solbes, Fernández de la Vega, Rubalcaba, Elena Salgado o Fernández Bermejo, un elenco que podía gustar más o menos pero al que nadie con un mínimo sentido de la justicia podía ni puede negar su auctoritas. Con Rajoy, tipo serio donde los haya, uno de los registradores más jóvenes de la historia con 23 años, las aguas volvieron a su cauce. Soraya Sáenz de Santamaría, Luis de Guindos, Montoro, José Manuel Soria, Margallo, Gallardón, Fátima Báñez, Cospedal o Tejerina no son precisamente desecho de tienta.