19 de marzo de 2024

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El País: Mohamed Katir lidera la selección española del cambio

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Si la ilusión que genera una selección de atletismo se midiera en las posibilidades que de conseguir una medalla olímpica transportan en su equipaje sus componentes, bien podría decirse que poca generarían los 56 miembros (23 mujeres; 33 hombres) del equipo español. En toda la historia de los Juegos, el atletismo español solo ha conseguido 14 medallas (12 hombres, dos mujeres), y la primera no llegó hasta la plata en los 50 kilómetros marcha de Jordi Llopart en Moscú 80.

Si lo que prima es las ganas de ver competir a chavales descarados y ambiciosos sin experiencia olímpica ante las grandes figuras, y emocionarse con sus gestos, sus ganas de comerse el mundo, su talento, entonces los españoles son el modelo. Y los resultados recientes en campeonatos de Europa sub-23 y sub-20, tanto talento que llega, indican que el relevo nunca cesará. Y los detalles importantes serán los que conmuevan a los aficionados, un récord nacional conseguido en una final; uno de los tres de 800m, Ordóñez, Ben o Valladares, alcanzando por fin una final masculina en la prueba más complicada del mediofondo; que Jesús Gómez, Ignacio Fontes o Adel Mechaal, vuelvan a dar brillo al 1.500m, la prueba más querida por el aficionado español; o ver a la campeona mundial júnior de combinadas María Vicente imponerse, por ejemplo, a los 20 años en los 200m de un heptatlón olímpico. Y siempre los marchadores, vergel de riqueza sin fin, como podrían ser las Canarias, del atletismo español, peleando en su terreno con los nuevos dioses de la marcha, los asiáticos, chinos y japoneses (y Miguel Ángel López, recuerden, ganó un Mundial de 20 kilómetros en Pekín).

De los 56 atletas españoles a los que deslumbra la experiencia olímpica de Tokio, y no hay más que ver sus redes para saberlo (la cuatrocentista Andrea Jiménez, de 19 años, la más joven; el marchador de 50km, Chuso García Bragado, 51 años, el decano, y sus octavos Juegos, un récord mundial en atletismo), 40 nunca han competido en unos Juegos, un 71%. Y la gran figura, el fenómeno Mo Katir (23 años), de Mula, solo ha sido una vez internacional, en el reciente campeonato de Europa en pista cubierta.

Retirada la última gran campeona, Ruth Beitia, medallista de oro en Río en salto de altura, y tocado, pero no hundido, por una larga lesión y una preparación complicada el segundo medallista (plata) de Río de Janeiro, el vallista Orlando Ortega, llega a Tokio 2020 la generación del cambio. Es, corregido y aumentado, y superviviente de la pandemia que a todos afectó, el equipo del Europeo de Berlín 2018, las medallas de María Pérez, Álvaro Martín, Diego García, Orlando Ortega, Ana Peleteiro y Fernando Carro; es el equipo que vio en Doha, en el Mundial de 2019, la madurez de Javier Cienfuegos con el martillo, la explosión de Adrián Ben en los 800m, el bronce peleado de Ortega en los 110m vallas, la solidez de Ana Peleteiro en el triple… y Katir es su profeta inesperado, el protagonista sorprendente, podría decirse así, de una fábula que en Tokio podría alcanzar su clímax.

Hace apenas siete meses, a comienzos de año, el nombre del chaval de Alcazarquivir (Marruecos), padre marroquí, madre egipcia, en España desde los cinco años, y establecido en Mula, Murcia, solo era conocido por los muy especialistas que estudiaban las clasificaciones de todas las carreras y apenas prestaban atención a su progresión pues, al ser marroquí (solo consiguió, pese a toda una vida en Murcia, la nacionalidad española en diciembre de 2019, a los 21 años), nunca subía a los podios, aunque ganara las carreras. Pero el 29 de enero corrió los 3.000m en la pista cubierta de Karlsruhe (Alemania) en 7m 35,29s, una marca de un gran nivel. Todos los focos empezaron a perseguir su figura esbelta y elegante, sus pies rápidos, su melena, su alegría constante.

33 días de récords

“Vengo de la nada”, repite Katir, que, en un inicio de verano fulgurante, en 33 días entre junio y julio, Katir, con sus Asics, tan japonesas, de placa de carbono y suela de fondista, sin clavos, con unos relieves de grafeno, batió tres de los récords más caros del atletismo español, el de los 1.500m de Fermín Cacho (24 años en vigor), el de los 3.000m de Isaac Viciosa (23 años) y el de los 5.000m de Alemayehu Bezabeh (11 años). Bajando de las barreras que separan a los mejores de los muy buenos, los 3m 30s en los 1.500m (3m 28,76s), los 7m 30s en los 3.000m (7m 27,64s) y los 13m en los 5.000m (12m 50,79s), de la noche a la mañana, Katir se instaló entre lo mejor del medio fondo y el fondo mundial.

Dada su progresión extraordinaria de un mundo de marcas sin más a marcas de primer nivel mundial e histórico —”no hay secreto, el único secreto son unos entrenamientos muy fuertes”, dice—, Katir será una de las figuras observadas con más curiosidad de unos 5.000m, la única prueba que disputará, en los que por marca debería aspirar a una medalla, aunque lejos de él la tentación de decirlo.

“No me gusta decir lo que pienso que voy a conseguir por si fallo y me llaman fanfarrón”, dijo después de batir en Londres la plusmarca de 3.000m. Y en Tokio, donde el calor, dice, le hace sentirse como en su pueblo, no se entrena más que para mantenerse porque el trabajo, explica, ya está hecho, y duerme como un lirón metiéndose en la cama a las 23.30. Katir está impaciente esperando que llegue el 3 de agosto, cuando disputa las semifinales de su prueba. “El objetivo”, dice, “es estar en la final, y una vez allí, darlo todo, hasta donde llegue. Estoy superorgulloso y con una motivación extra”.

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