Cuando Fez era una ciudad andalusí
Queda mucho por escribir sobre la historia de Fez en la Edad Media, especialmente por lo que se refiere a sus primeros siglos. El trabajo pionero de Lévi-Provençal sobre la fundación de la ciudad estableció que se trata de un episodio muy oscuro, en torno al cual las fuentes medievales presentan relatos contradictorios. Cuando ya reinaban los idrisíes, quienes revindicaban ser descendientes del Profeta y gobernaron en el Magreb Extremo desde finales del siglo II/VIII, parece que Fez, la ciudad más importante de la región, asumió una función de capital. En ella los andalusíes tuvieron un papel muy importante, formando una comunidad significativa dentro de la población. Tras la violenta represión de la revuelta del Arrabal de Córdoba por el emir omeya al-Ḥakam I (r. 180/796-206/822), numerosos fueron los cordobeses que abandonaron la península Ibérica. Alejandría acabó siendo el destino de muchos, mientras que hubo familias que se instalaron en el Magreb, especialmente en Fez. Según el autor fesí Ibn Abī Zarʽ (s. VIII/XIV), unas 8.000 familias se habrían instalado en la ciudad, donde un barrio tomó su nombre (ʽidwat al-andalusiyyīn). Dentro de este grupo, algunos linajes de extracción andalusí se codeaban de cerca con los emires idrisíes.
Al inicio del siglo IV/X, cuando el califato fatimí se estableció en Ifrīqiya (Túnez) y conquistó Qayrawan, Fez ejercía probablemente funciones de polarización regional. Por esta razón, los fatimíes decidieron conquistar la ciudad, consiguiéndolo en el año 305/917. Esta conquista supuso para los fesíes el comienzo de un siglo difícil, caracterizado por frecuentes cambios de soberanía. En el contexto de la gran competición entre los califatos del mundo islámico y, especialmente, de la rivalidad entre los omeyas de Córdoba —que proclamaron su propio califato cuando ʽAbd al-Raḥmān III (r. 300/312-350/961) tomó el título califal en 316/929— y los fatimíes, la ciudad pasó a la esfera de influencia andalusí. Así, durante la década de 950, un emir de Fez, Aḥmad b. Abī Bakr al-Zanātī, proclamo la soberanía del califa omeya, reconociendo también su estatuto de imām.
Aun efímero, este reconocimiento tuvo una gran resonancia dentro del paisaje urbano de Fez, que continúa hasta hoy en día. ʽAbd al-Raḥmān III financió reformas en los dos más importantes oratorios fesíes que eran —y siguen siendo— las mezquitas aljamas de los qayrawaníes (al-Qarawiyyīn) y de los andalusíes (al-Andalusiyyīn). Además de una significativa ampliación, cada mezquita fue dotada de un alminar. Ibn Abī Zarʽ narra lo siguiente sobre la mezquita de al-Qarawiyyīn:
[Aḥmad b. Abī Bakr] escribió al Príncipe de los creyentes, pidiéndole permiso para restaurar la mezquita de al-Qarawiyyīn, consolidarla y ensancharla. Se lo permitió y le envió mucho dinero del quinto del botín de los cristianos (māl kaṯīr min ajmās ganā’im al-rūm), mandándole gastarlo en las obras de la mezquita de al-Qarawiyyīn. Entonces la ensanchó por los lados oriental, occidental y norte, destruyó el alminar antiguo y edificó el actual.
Ibn Abī Zarʽ, Rawḍ al-Qirṭās, traducido por Ambrosio Huici Miranda .
Un relato similar ha sido transmitido por al-Ŷaznā’ī, quien vivió poco después de Ibn Abī Zarʽ, sobre la mezquita de los andalusíes.
Si las reformas generales han sido borradas por otras posteriores, los alminares sobreviven. Son los que se pueden ver todavía, elevándose por encima de la medina y velando por la venerable ciudad de Mawlāy Idrīs desde hace siglos.
Estos edificios presentan características arquitectónicas muy interesantes. Se tratan de torres de base cuadrada (con 4,95 m de lado), que se elevan de manera rectilínea sobre una altura de 26,95 m. En ambos casos, la escalera se enrolla alrededor de un núcleo central cilíndrico. Estas especificidades inscriben a los dos alminares, al menos por su planimetría y su organización general, en repertorios cordobeses, compartiendo mucho con el alminar de la mezquita aljama de Córdoba, cuya construcción también fue ordenada por ʽAbd al-Raḥmān III. Así, Fez fue la primera ciudad del Magreb donde se implantó el tipo de alminar que se dice ‘andalusí’ y que floreció en toda la región en los siglos siguientes, llegando hasta Túnez.
La gran campaña que condujo el general fatimí Ŷawhar al-Ṣiqillī puso un término brutal a la pertenencia de Fez al mundo andalusí. Siguiendo las órdenes del califa al-Muʽizz li-Dīn Allāh, Ŷawhar atravesó el Magreb al mando de un ejército considerable y venció a muchos aliados del califato omeya hasta llegar el océano Atlántico. Fez fue conquistada en el año 347/958 y su emir fue tomado prisionero y deportado a la corte fatimí.
Sin embargo, cuando los fatimíes llevaron a cabo la conquista de Egipto (358/969) y se trasladaron allí (362/973), acabaron desentendiéndose de los asuntos del Magreb occidental. El camino quedó así abierto para el califa de Córdoba, al-Ḥakam II (r. 350/961-365/976). Con anterioridad, la ciudad de Fez estaba vinculada al Estado omeya por medio de una relación de fidelidad personal de su emir hacia ʽAbd al-Raḥmān III. Ahora, la situación cambió. En julio de 363/974, la ciudad, amenazada por un poderoso ejército andalusí que había vencido a los últimos príncipes idrisíes, presentó su rendición al califa. Su población aceptó ser parte del territorio del califato cordobés.
Al tratar este episodio, el cronista andalusí Ibn Ḥayyān (377/987-469/1076) copió in extenso el documento que oficializaba la sumisión de la ciudad al califa omeya. En él se puede leer que:
[Los testigos que representaban a la ciudad de Fez] ponen por testigos a Dios, a sus ángeles, a sus profetas y enviados, y a aquellas sus criaturas dotadas de ciencias, así como a todos los miembros de la comunidad de los musulmanes, de que juran fidelidad a Dios (¡honrado y ensalzado sea!) y al imām justo al-Ḥakam al-Mustanṣir bi-llāh, Príncipe de los Creyentes, obligándose a obedecerlo, a ser amigo de quien él lo sea, a hacer la guerra a quien él se la haga, y a ayudar a quien él ayude, sin doblez ni falsía, y a no concertar alianza con nadie más que con él.
Ibn Ḥayyān, al-Muqtabis fī ajbār ahl al-Andalus, trad. por Emilio García-Gómez.
Durante el reinado del ḥāŷib al-Manṣūr (Almanzor para los cristianos), es decir, en las tres últimas décadas del siglo IV/X, el poder andalusí dedicó mucha atención a la ciudad de Fez. Siendo el más importante de sus territorios exteriores, Fez fue elegida capital de esos dominios en el año 375/986, en lugar de Ceuta. La importancia de la ciudad explica que recibiese el privilegio, poco común dentro del califato de Córdoba, de poseer su propio taller de acuñación monetaria (sikka). Las emisiones más antiguas que conocemos se remontan al 376/987 y si la mayoría de las monedas son dirhams (plata), también se acuñaron algunas series de dinares (oro), todas en nombre del califa Hišām II (r. 365/976-400/1009).
Aprovechando esta situación, muchos fesíes viajaron a la península Ibérica. Entre ellos, hubo mercaderes, guerreros, peregrinos o rehenes, pero sobre todo hubo ulemas, es decir especialistas en el saber islámico (ʽilm). Para aquellos que deseaban transmitir las enseñanzas recibidas en las grandes ciudades de Oriente (El Cairo, Damasco, Bagdad, Medina, etc.), o eventualmente para los que no tenían la oportunidad de estudiar allí, al-Andalus, y especialmente Córdoba, eran destinos muy deseados. Fue el caso de Abū Hārūn Mūsà b. Yaḥyà al-Ṣadīnī, nacido en Fez en el año 312/923 y muerto en la misma ciudad en 388/998.
Viajó hasta el Oriente, encontró allí a Abū Ŷaʽfār al-Aswānī al-Mālīkī y otros. Entró en al-Andalus y frecuentó la Frontera. Escribieron bajo su dictado ʽAbdūs [b. Muḥammad al-Ṭulayṭulī] y otros.
Ibn al-Faraḍī, Ta’rīj ʽulamā’ al-Andalus, trad. por Aurélien Montel.
El interés geopolítico de la ciudad la llevó a ser conquistada y reconquistada varias veces hasta el fin del siglo IV/X. La tomó una primera vez en el año 382/993 el jefe beréber Yaddū b. Yaʽlà, que era un rebelde a la autoridad del califato de Córdoba. Luego fue expulsado por Zīrī b. ʽAṭiyya, un aliado local de al-Manṣūr. En el 387/997, el mismo Zīrī proclamó su independencia del califato. Gobernando desde Fez, desafío al poder andalusí durante más de un año. Al-Manṣūr tuvo que enviar a la otra orilla a su propio hijo, ʽAbd al-Mālik, quien venció finalmente a Zīrī, entró en Fez en el verano del 388/998 y gobernó la ciudad durante más de un año.
Lo que hizo ʽAbd al-Mālik durante su estancia en la ciudad ha quedado registrado en las fuentes. Especialmente, los historiadores fesíes le atribuyen reformas en los dos grandes santuarios de la ciudad. Sin embargo, aunque las construcciones de ʽAbd al-Raḥmān III siguen visibles actualmente, las llevadas a cabo por ʽAbd al-Mālik desaparecieron con los siglos. Después de su marcha a la península Ibérica, Fez recibió gobernadores de manera ininterrumpida hasta 397/1006. En ese año, ʽAbd al-Mālik, conocido después de la muerte de su padre como el ḥāŷib al-Muẓaffar, dio la ciudad y sus alrededores a un jefe bereber aliado del califato. Así, la ciudad se convirtió en la capital de un pequeño emirato, cuya fidelidad al poder andalusí siguió hasta la desaparición de la dinastía omeya.
Al igual que los reyes de las taifas de al-Andalus, los emires de Fez del siglo V/XI se inscribieron en un esquema político heredado del califato. De esta manera, dieron una evolución lógica a la historia de la ciudad, después de estar durante casi un siglo bajo el poder de los califas de Córdoba. Esta historia compartida llegó a su fin cuando Yūsuf b. Tāšufīn y sus almorávides conquistaron la ciudad en el año 461/1069.