21 de enero de 2025

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Entrevista con el novelista Antonio Tocornal sobre Árida y el dolor de la humanidad

Por Abdelhay korret

Nuestro invitado es el escritor y novelista español Antonio Tocornal. Nacido en la ciudad de Cádiz, estudió Bellas Artes en Sevilla y tras siete años en París (1984-1991), se instaló definitivamente en Mallorca. 

Publica su primera novela en 2017, «La noche en que pude haber visto tocar a Dizzy Gillespie» ganadora del XXII Premio Vargas Llosa de Ficción.

En 2018 Obtiene el XIX Premio de Novela Corta Diputación de Córdoba por la novela «Bajamares».

Su novela ‘Pájaros en un cielo de estaño» gana el Premio Valencia de Narrativa en Castellano que concede la institución Alfons el Magnánim.

Sus cuentos han ganado premios en más de treinta concursos, incluidos algunos de los más prestigiosos en lengua española. 

En esta  entrevista nos hablará de su quinta novela, «Árida” publicada en 2024 y  ganadora del Primer Premio Internacional de Novela Corta Francisco Ayala.

«Àrida” es una novela coral que habla de la devastación de un pueblo remoto, ubicado en medio de una enorme llanura desértica, donde no hay más que polvo y un calor asfixiante en medio del chirrido de los insectos.

El páramo es una zona geográfica y emocional donde el tiempo es la puerta de entrada a la dimensión intangible que se halla entre el mundo real y el otro mundo, entre la vida y la muerte.

Según la descripción del crítico español José María Merino, «Árida» es «una obra con toques surrealistas y proféticos que nos alerta del futuro que nos acecha» .

1-Tu novela Árida es la sexta producción de tu carrera literaria. ¿Cuál es la relación simbólica entre su foto de portada y el tema de la novela?

En primer lugar, muchas gracias por el interés en mi  novela.

La cubierta tiene una anécdota curiosa: se gestó un domingo por la noche, horas antes de que se enviara a la imprenta el lunes a primera hora. Aquel domingo, el editor me envió a última hora su propuesta de cubierta, hecha por un diseñador, en la que yo no reconocía a mi novela. Yo le dije que no me veía capaz de defender mi novela con una cubierta que no me convenciese, y contraataqué con la propuesta que finalmente salió: con una imagen muy simple intenté que se representase, sin ser excesivamente explícito, la muerte y la aridez, presentes en toda la novela.

2-. Me ha llamado la atención que Árida es una novela coral, construida a seis voces y que incluye mucho simbolismo, ¿qué principios  narrativos y estéticos han tejido el entramado de Árida?

Siempre me han gustado las novelas que se construyen con diferentes puntos de vista que se complementan e incluso a veces se contradicen. Ya lo hice antes con Bajamares, y acabo de leer La vegetariana, de la reciente Premio Nobel Han Kang, que utiliza una técnica similar con un excelente resultado. Elegí seis voces en primera persona, de tres hombres y tres mujeres, para ir construyendo el paisaje y la trama, con una voz central —la de la Guardesa— que entreteje todas las historias. Me pareció que una vez construidos esos dos elementos podía prescindir de un desenlace que cerrase el libro, que ni siquiera era necesario.

3-. ¿Qué opinas de la escritura y el estilo del periodista y escritor Julio Llamazares?

Hay escritores que a veces protagonizan un milagro; que son capaces de escribir un libro irrepetible. Juan Rulfo se dio cuenta de que lo hizo y guardó silencio durante décadas tras publicar sus dos famosos libros. El «libro milagro» de Llamazares es sin duda La lluvia amarilla, cuyo tema central —el abandono de los pueblos del Pirineo así como la soledad, el tiempo y la muerte— y la lírica con la que están tratados esos temas guardan cierto diálogo con Árida que han sido intuidos por usted con mucho acierto. El problema con el resto de sus libros es comparable al de un atleta que un día salta con su pértiga la increíble altura de seis metros y medio. En adelante, aunque sus saltos sean de seis metros, lo cual es enorme, todo el mundo lo comparará con su récord.

4-. En Árida se trata el tema de la vida y la muerte, del tiempo relativo y absoluto, ¿cuál es la relación del tiempo en la creación de tu novela y con las cuestiones y preocupaciones humanas que se tratan en ella?

En Árida se ha buscado de forma consciente un ritmo muy pausado y una voz que acentúa esa lentitud gracias al uso frecuente de figuras como comparaciones y polisíndeton, casi como una letanía, porque Árida no es solo un paisaje geográfico y físico del que huyen los vivos y que atrae como un imán a los difuntos; es también un espacio metafísico, una idea del trasmundo en el que el tiempo se anula, en el que los días y las horas pierden su significado.

 

 5-. ¿Se puede decir que existe una correlación entre tu novela y la naturaleza temporal de la experiencia humana y que esto representa una forma de necesidad transcultural?

Claro. Como dijo Nabokov, nuestra existencia es una breve rendija de luz entre dos eternidades de tinieblas, o como dijo el poeta César Vallejo, no somos más que muertos de vacaciones. Estamos más tiempo muertos que vivos, y es algo inherente a todas las culturas acomodar ese tiempo de la no-vida en un escenario soportable que trascienda las creencias religiosas.

6- En Árida también se toca el tema del dolor y el sufrimiento de la humanidad dentro de un espacio geográfico específico, dentro de los textos de la tierra árida, como si fuera una proyección del mundo actual que vive un momento de muchos conflictos… ¿Qué tan cierto es esto?

Yo no soy un autor militante; no creo que la misión del escritor sea dar lecciones de moral ni nada por el estilo; la única militancia que practico es estética. Sin embargo, cuando se tocan ciertos temas, es imposible escapar a un posicionamiento aunque este no haya sido buscado de forma consciente. La multiplicidad en las diferentes lecturas de una obra literaria construyen su universalidad. Algunos lectores han encontrado en Árida mensajes medioambientales, feministas y de lucha de clases. Eso está bien y me gusta que así sea por justicia, aunque no era lo que andaba buscando.

7-¿Hay alguna manera de devolver un poco de humanidad a nuestros corazones después de que fueron destruidos por  nuestras propias manos y nuestras conciencias quedaron implicadas en sus crímenes?

Quiero creer que sí, pero siempre dentro de lo pequeño, de la relación con el entorno más inmediato: la lectura y la relación con las demás artes y con los trabajos manuales sencillos, la familia, la amistad… Como máximo el vecindario. Nunca más allá; lo grande —la política, la macroeconomía— ha perdido la escala de lo humano; nos es extraño; ha dejado de tener capacidad de salvarnos de nada.

8-¿Cuál es su valoración sobre la realidad de la novela española? 

Por desgracia, vemos una y otra vez en las librerías y en los suplementos culturales de los periódicos que las grandes editoriales tienen demasiado interés en crear tendencias, y que promocionan casi exclusivamente temas de moda estandarizándolos, dejando poco o ningún espacio a escritores que se salgan de ciertas líneas argumentales que se repiten hasta agotarse. La calidad literaria sin más ha dejado de ser un criterio de selección, o ha pasado a ser un criterio a valorar solo si la obra cumple a priori el requisito de lo vendible. Ya no hay espacio para los lobos solitarios; para los autores que crean su propio universo fuera de escuelas efímeras o que exploran ciertos caminos poco transitados; se ve que eso no deja dinero, y eso nos lleva a ver cómo proliferan lectores con un criterio uniforme.

 9- ¿Últimas palabras?

Mis últimas palabras son de agradecimiento por el interés por Árida. Yo soy de Cádiz; solo tengo que conducir media hora para ver desde la playa la costa marroquí, y sin embargo parece que las fronteras culturales son más difíciles de atravesar que las físicas. Ojalá hubiese un intercambio literario más intenso entre Marruecos y España.