26 de abril de 2024

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La guerra de Ucrania en la agenda regional de Oriente Próximo

11 minutos de lectura

Revista Española de Estudios Sociopolíticos.
Grupo Independiente de Investigación SocioPolítica (GIISP).
Dr. Said El Ghazi El Imlahi.

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Las consecuencias del conflicto en Ucrania son cada vez más visibles en un marco internacional más amplio llegando a afectar a sectores fundamentales como el económico o a la geopolítica internacional. Se trata de una enorme agenda de intereses que incluye asuntos tan estratégicos como la energía, los pasos marítimos o las provisiones de trigo, entre otros. Por ello, resulta necesario analizar las posiciones políticas de las potencias regionales que se están viendo transformadas de un modo u otro por el estallido de la guerra. En este sentido, tras Europa, Oriente Próximo es el escenario geopolítico más afectado por este conflicto debido a sus estrechos vínculos con los países involucrados directa o indirectamente en la contienda.

La Rusia de Putin ha desafiado tradicionalmente la hegemonía estadounidense dentro de los límites permitidos por el Orden Mundial, cuya lógica capitalista ha consentido a la oligarquía rusa enriquecerse. Sin embargo, esta vez es diferente, atacar a un país soberano en contra de la legalidad internacional ha permitido a los EE. UU reforzar la imagen de Rusia como un Estado canalla. EE. UU, la superpotencia que más concesiones ha hecho a los autócratas alrededor del mundo por su doble vara de medir en derechos humanos, ha conseguido forjar y liderar la alianza del “mundo libre” contra la invasión rusa. El objetivo principal que mueve a los norteamericanos no es otro que asegurarse su indiscutible poderío mundial. No obstante, la defensa de la democracia también está en juego, defensa que está asumiendo sin reservas el pueblo ucranio. Independientemente de las causas reales y ficticias de la guerra, estamos ante dos consecuencias que decidirán en gran medida la evolución de las relaciones internacional en las próximas décadas: a) El fracaso ruso en lograr sus objetivos militares a corto plazo y poner fin a las operaciones militares afectará a la eficacia militar y diplomática del régimen; b) la inoperancia financiera y económica rusa como resultado de las sanciones occidentales repercutirá en otros frentes de pugna internacionales como es el caso de la reconstrucción de Siria. La obra geoestratégica en la cual la reputación de Rusia está en juego como potencia mundial.[1]

Estos dos factores están presentes en la agenda de las potencias regionales de Oriente Próximo. Incluso Irán, la potencia anti-occidental de la región, mantuvo una obvia neutralidad respecto a la ofensiva rusa. A pesar de los fuertes vínculos políticos entre Rusia y Irán, el régimen de los ayatolás optó por abstenerse en la votación de la Asamblea General de la ONU respecto a la crisis en Ucrania; además el ex presidente iraní Mahmud Ahmadineyad demostró en las redes sociales simpatías y apoyo hacia la resistencia del pueblo ucranio contra la invasión rusa.[2] Irán que se declara un país “pacifista” opositor a la guerra en cualquier lugar del Mundo, no oculta, por otro lado, sus críticas a la política intervencionista occidental, cuya actitud ha llevado a Ucrania a la ruina enfrentándose a la enorme maquinaria bélica rusa.

Tanto el guía supremo ayatola Ali Jamenei, como el presidente de la República islámica Ebrahim Raisi culparon como es habitual a EE. UU de provocar la contienda, por la expansión ilegitima de la OTAN en Europa del este, ignorando las preocupaciones de seguridad rusas. En teoría, la política exterior iraní ha sido partidaria siempre de las potencias anti-occidentales, ya sean las surgidas recientemente como China o las tradicionales como Rusia. Aun así, respaldar la actual invasión rusa es una opción impensable para los iraníes porque su propio territorio está en amenaza constante por parte de EE. UU e Israel. La guerra actual supone un reto importante para la diplomacia iraní, puesto que, en el caso de prolongarse demasiado en el tiempo y extenderse geográficamente, Irán estaría obligada a tomar posición hacia un bando u otro, una tarea difícil dada la complejidad estratégica del conflicto.

Más allá de las cuestiones de doctrina en política exterior, la posición iraní se debe, en primer lugar, a un factor práctico de Realpolitik, es decir, los vínculos de Teherán con el Kremlin no llegan de ningún modo a niveles estratégicos. Rusia no ha respaldado firmemente a la República Islámica frente a las presiones masivas de la administración Trump (2017-2021). Además, la prioridad iraní de momento es llevar a buen camino las negociaciones del convenio nuclear en Viena, llegando a temer que Rusia utilice este proceso diplomático como recurso de presión en su batalla contra Occidente. Por lo tanto, lo último que barajan los ayatolás es provocar un enfrentamiento con Occidente y perder esta oportunidad de integrarse en la sociedad internacional.[3]

Marcar una ambigua línea de distancia con Rusia respecto al actual conflicto ucranio es la política en la que coincide Irán con los aliados de Occidente: Turquía e Israel. Respecto al primer país, el gobierno turco se ha beneficiado históricamente de la disputa entre Occidente y Moscú. Durante la Guerra Fría Turquía fue el principal muro de defensa de la OTAN contra la expansión soviética en el Mediterráneo. Los turcos son conscientes del rol estratégico que su país aporta en el marco de la contienda actual para los dos bandos, por lo tanto, están en fase de sacar ventaja de este contexto bélico.

No abandonemos ni a Rusia ni a Ucrania” afirmó el presidente Recep Tayyip Erdogan tras una reunión gubernamental para trazar las líneas de conducta internacional de su país en este asunto en concreto. Turquía se ha declarado simpatizante con la causa ucrania y facilita al ejército ucranio drones eficaces en la guerra contra su enemigo ruso, pero a su vez, se niega aplicar las sanciones impuestas por Occidente contra Rusia, la misma postura que mantuvo anteriormente en el caso iraní. La estrategia de Erdogan es evitar provocar a Putin para evitar medidas de venganza contra la economía turca. Los rusos prohibieron el paso por el Mar Negro de al menos 16 buques portadores de aceite de Girasol con dirección a Turquía, fue una advertencia anticipada dirigida a este país para que no se alinee por completo con Occidente.[4]

No obstante, la posición más llamativa en este contexto es la de Israel, Estado protegido militarmente por EE. UU, el cual se ha negado a enviar material bélico a Ucrania y limita su apoyo a este país a nivel discursivo a pesar del llamamiento pronunciado por parte del presidente Zelenski dirigido al Estado israelí para que tomase posición respecto a la agresión que sufre su país. Israel, un Estado que se declara judío, se negó a escuchar las rogativas de un judío, Zelenski, cuyos antepasados murieron en el Holocausto. La postura israelí está sostenida por una única razón pragmática: evitar un veto ruso al acceso de la aviación israelí al espacio aéreo sirio, lo cual, restringiría la capacidad de atacar objetivos de Irán y Hezbollá en el territorio de este país.[5] Una postura de tal naturaleza se hace más evidente si cabe en las declaraciones de los dirigentes israelís donde afirman llevar a cabo una política ofensiva independiente contra Irán por no estar de acuerdo con la voluntad internacional de resolver la problemática del programa nuclear iraní a través de medios diplomáticos.  Por tanto, al margen de la lucha en Ucrania a favor de la legalidad internacional debemos preguntarnos ¿qué tipo de valores comparte el Estado israelí con el mundo libre occidental? Israel ocupa ilegalmente territorios palestinos según la ONU, ha sido calificado como un Estado de apartheid y acusado de violar sistemáticamente los derechos humanos según Amnistía internacional, en este sentido, ¿en qué se diferenciaría Israel de Rusia? A este respecto, el apoyo que ofrece Occidente a Israel resulta una contradicción flagrante en su narrativa occidental sobre el mundo libre, argumento recurrente en el conflicto actual contra la autocracia rusa, generando gran recelo en el Mundo Árabe.[6]

Sea como fuere, estamos ante unas dinámicas complejas en las relaciones internacionales y regionales. Aislar a Rusia económicamente es una circunstancia que favorece a Irán y a Turquía porque obligaría a los rusos a contar, en gran medida, con estos dos mercados para restar las negativas consecuencias de las sanciones occidentales. En tal sentido, Turquía se convertiría en un mercado imprescindible para la fuga de los fondos rusos. Sin embargo, en la otra cara de la moneda, la caída del régimen en Kiev significaría un control ruso a las costas ucranianas del Mar Negro, cuyo espacio geográfico se encuentra bajo la jurisdicción de la zona militar sur de Rusia (que incluye también el Cáucaso, el Mar Caspio), unos planes de expansión puestos en marcha desde la ocupación de Crimea (2014). Desde entonces, Rusia se apropió de la base de Sebastopol, la posición más estratégica del Mar Negro tras los estrechos marítimos turcos. Teniendo en cuenta la presencia rusa en Moldavia, Abjasia y Osetia del sur, es lógico pensar que Turquía pretende evitar, a toda costa, un poderío ruso permanente en el Mar Negro. Esto pondría en peligro su integridad territorial, dado que con la Rusia de Putin hay que tomar muy en serio las ambiciones históricas de Moscú que abarcan el Bósforo y los Dardanelos, además del rol de la religión en la política rusa y la simbología de la ciudad de Estambul como antigua capital histórica de la cristiandad ortodoxa.

Turquía colabora en la actualidad con Rusia en más de un asunto regional, pero, aun así, son rivales en Siria, Libia y Azerbaiyán, por lo tanto, no es conveniente para este país que “la operación especial rusa” logre todos sus objetivos, sobre todo, por el vínculo cada vez más obvio entre los frentes de Ucrania y Siria. El factor energético está muy presente asimismo en los planes turcos, ya que tras oponerse al proyecto del gasoducto EastMed, Turquía plantea aprovechar las circunstancias actuales para convencer a la EU que transporte el gas del Mediterráneo Oriental a través de sus territorios excluyendo a Grecia.[7]

Estas dinámicas tan liquidas en la esfera regional de Oriento Próximo explican la tensa actividad diplomática entre las principales potencias de la región para rebajar la tensión y controlar los conflictos crónicos de Oriente Medio, todo ello en un marco mundial caracterizado por la guerra y la división oriente/occidente. La última cumbre entre el presidente turco y su homólogo israelí Issac Herzog (9 de marzo de 2022), la primera desde 2007, corrobora este análisis. Los dos jefes de Estado se propusieron recuperar la buena marcha de las relaciones bilaterales tras una década de tensión, además de tratar cuestiones como el mercado energético, que cobra mucha más importancia por la contienda ucrania. Turquía a pesar de su política de no acatar las sanciones impuestas contra Rusia, ha aplicado la convención de Montreux y ha prohibido el paso a los buques de guerra por sus estrechos marítimos. Este país comparte con los occidentales las mismas preocupaciones respecto a la Rusia de Putin, por lo cual, es fácil convencer a los turcos de cumplir con sus obligaciones como miembro de la OTAN a través de una política de atracción en asuntos de interés estratégico, como ser miembro de la UE, el gas del Mediterráneo Oriental o la cooperación militar y técnica a gran escala. Estas mismas circunstancias, por otro lado, fomentarían la posibilidad del éxito de un acuerdo nuclear que evítese atar a la República Islámica de Irán con Rusia en el mismo eje anti-occidental. En este caso, Irán tomaría una postura neutral en este conflicto, incluso a largo plazo podría convertirse en una importante fuente energética para Europa si las previsiones de reserva de gas en el Mar Caspio son ciertas. En todo caso, los dos posibles resultados respecto a Irán y Turquía transformarían profundamente el mapa de los equilibrios geopolíticos de la región y obligarían a los actores de la zona a renegociar un nuevo statu quo regional.

[1] Maron, Joe. “Las consecuencias de la invasión rusa a Ucrania en Oriente Medio”.  Instituto Árabe de investigaciones y estudios de políticas. 9 de marzo de 2022. p: 1,2. (informe analítico)

[2] AA. Web.

[3] ̕Aḥmīdān, Ḥasan. “Las cuestiones iraníes frente al desafío de la guerra rusa en Ucrania”. Centro Aljazeera de Estudios. 10 de marzo de 2022. (informe analítico del científico iraní en política Ḥasan Aḥmīdān)

[4] Mūlānā, ̕Aḥmad. “La posición turca hacia la crisis ucraniana y sus consecuencias en las relaciones con Rusia y Occidente”. Centro Aljazeera de Estudios.  1 de marzo de 2022. (informe analítico)

[5] Israel encara la presencia rusa en Siria como una realidad geoestratégica de largo plazo. Rusia dispone de dos bases militares en este país: marítima en Tartús y aérea en Hmeimim. Según la perspectiva israelí, la presencia rusa es un factor favorable a sus intereses, ya que permite establecer un equilibrio entre los aliados del régimen de al-Asaad y no deja que caiga este país completamente bajo el dominio iraní, por otro lado, los rusos son interlocutores entre Israel y los sirios, incluso con los propios iraníes. A través de la intermediación rusa, Irán e Israel llegaron a acordar un convenio para reubicar las milicias iraníes lejos de los Altos del Golán y la frontera del Estado hebreo con Siria. Lo cual evitó una guerra abierta entre las dos potencias de la región que llevan años enfrentándose en una guerra oculta no declarada. Véase, Orient XXI. Web.

[6] Condenar la invasión rusa y aislar a este país internacionalmente como consecuencias de ello va en contra de los intereses de Israel como Estado colonial ocupante de territorios palestinos y sirios en el caso de establecerse como norma en las relaciones internacionales. La neutralidad de Israel en este conflicto, según el punto de vista del gobierno sionista, significa deshacerse de la obligación de aplicar las sanciones contra Rusia y seguir negociando con ella beneficios estratégicos en Siria y otros territorios árabes manteniendo el visto bueno de Estados Unidos y sus aliados occidentales bajo el pretexto de intermediación política. Chakir, Chafik. “La perspectiva israelí de la neutralidad política en la crisis de Ucrania”. 8 de marzo de 2022. Aljazeera. Web.

[7] Maron, Joe. “Las consecuencias de la invasión rusa a Ucrania en Oriente Medio”.  Instituto Árabe de investigaciones y estudios de políticas. 9 de marzo de 2022. p: 3-7. (informe analítico)