BOUBEKRI MOHAMMED YASSER
Santiago Abascal ha vuelto a usar la tragedia palestina como arma electoral. En un mensaje en Facebook, el líder de Vox responsabilizó únicamente a Hamás de la guerra en Gaza, redujo la paz a la liberación de rehenes y acusó a Pedro Sánchez de instrumentalizar el sufrimiento civil para tapar escándalos de corrupción.
Más allá del oportunismo, este discurso muestra hasta qué punto la ultraderecha española es capaz de simplificar una de las mayores crisis humanitarias de nuestro tiempo y silenciar las responsabilidades de Israel.
El relato de una sola cara
Abascal insiste en que todo depende de Hamás. Pero la realidad es más compleja. Gaza vive bajo bloqueo desde hace casi dos décadas. La ONU lo califica de castigo colectivo, Human Rights Watch lo describe como apartheid y Amnistía Internacional lo denuncia como un crimen contra la humanidad.
Y mientras Abascal centra toda la atención en menos de un centenar de rehenes en manos de Hamás, Israel mantiene a más de 11.100 palestinos en sus cárceles, según un comunicado conjunto de la Comisión de Asuntos de los Prisioneros, el Club de Prisioneros Palestinos y la organización Al-Dameer. Entre ellos hay 49 mujeres y 400 menores de edad.
¿De qué equilibrio moral hablamos cuando se ignoran miles de vidas truncadas tras barrotes y se focaliza el discurso en una cifra incomparablemente menor?
La banalización del sufrimiento
Abascal no se limita a culpar a Hamás: acusa a Pedro Sánchez de utilizar Gaza para ocultar corrupción. Reducir una tragedia humanitaria a un arma política local es una banalización obscena del dolor.
El Programa Mundial de Alimentos alerta de que el 80% de los gazatíes depende ya de ayuda humanitaria. UNICEF denuncia desnutrición grave en miles de niños y muertes bajo los bombardeos. ¿Es este sufrimiento una “cortina de humo” o una catástrofe que exige acción internacional?
Un discurso alineado con la impunidad
La posición de Abascal repite el guion más duro del sionismo: culpar a Hamás, justificar bombardeos indiscriminados y callar ante las denuncias internacionales.
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha documentado ataques contra civiles e infraestructuras esenciales. La Corte Penal Internacional investiga crímenes de guerra tanto de Hamás como de Israel. Sin embargo, Abascal opta por la ceguera selectiva.
Defender a Gaza no es defender a Hamás
Confundir solidaridad con complicidad es otra de sus trampas. Defender a Gaza no es defender a Hamás. Es exigir que más de dos millones de personas no paguen con su vida un conflicto que no eligieron.
El Secretario General de la ONU, António Guterres, lo recordó: “Los palestinos tienen derecho legítimo a la autodeterminación”.
El mensaje de Abascal no busca justicia ni paz. Busca votos. Y lo hace culpando a las víctimas, minimizando miles de presos palestinos —incluidos niños— y silenciando la ocupación.
Defender a Gaza no es ideología. Es un deber humano. Callar ante discursos como el de Abascal es ser cómplice de la impunidad y del dolor de un pueblo que lleva demasiado tiempo pagando un precio insoportable.
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