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España, Marruecos y el conflicto del Sahara.

Larbi Ennas

Para tener un poco las ideas claras sobre lo que está sucediendo y sus posibles desenlaces tendremos que partir de ciertas obviedades entre las que destacaría que España ni es el estado que «traicionó» a los saharauis a mediados de los años 70s del siglo pasado como les gustaba hasta hace apenas una semana airear a los militantes del entorno independentista, ni se ha convertido de repente en la potencia que les respaldará ahora y defenderá a capa y espada los postulados y políticas del Polisario en respuesta a sus actuales rifirrafes y rabietas con el Reino de Marruecos. Las cosas en política no funcionan así y España es ante todo una nación responsable que sirve a su ciudadanía, que conoce bien sus intereses y actúa en consecuencia. Por eso nadie debería aprovechar la coyuntura para alimentar sueños imposibles, ni resucitar reproches infundados.

Hasta hace apenas unos años el balance de fuerzas en la región le permitía al reino ibérico velar por esos intereses a dos bandas, por una parte apostar por una relación fuerte con Marruecos que por razones geográficas, políticas e históricas es simplemente indispensable e insustituible, y a la vez hacer lo posible por mantener el conflicto magrebí por excelencia (el del Sahara) en un inmovilismo que garantice la relativa debilidad de sus socios del Sur. Mantener el drama en un punto muerto eterno que a modo de «espada de Damocles» le permitía negociar con los paises del magreb usando una baraja multiusos para coaccionar y sacar acuerdos ventajosos a costa de los súbditos de antaño.

Era suficiente con que matizase su postura ambigua en un sentido u otro según el momento, en oscurecer o aclarar su grís para lograr concesiones en pesca, energía o comercio.

El problema de ahora no responde a que los actores hayan cambiado sus intereses o mudado sus objetivos, porque entonces cabría el intentar subirse a la ola pero al parecer la correlación de fuerzas si lo hizo y estamos asistiendo a un pulso que definirá las relaciones futuras.

Una de las partes (Marruecos) puede recular en cualquier cosa que no séa la que considera su «causa nacional» (El Sahara) y España estaría mas que contenta con que la postura respecto al Sahara fuese el único precio a pagar, puesto que tiene otras prioridades infinitamente mas urgentes entre las que destacaría la del control sobre un flujo migratorio que le supone a toda Europa un verdadero quebradero de cabeza, un desafío que junto al terrorismo hace peligrar la esencia misma de su orden político-social.

No creo que la crisis se prolongue bastante y está servido quien será el primero en abdicar.Me olvidaba, lo de Gali y su situación será solo carne de cambio para un gesto diplomático que hará una de las dos partes por la otra a cambio de cosas de fondo bastante mas sustanciosas, asuntos de política de estado y no la suerte judicial de un individuo.

Oussama Saadoune

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